jueves, 25 de julio de 2013

El Fantasma del Vallmont: Prólogo.


Virginia era una chica normal, con su cabello rojo enmarañado y rizado. Nunca había sentido especial atracción hacia el sexo opuesto. Tenía uno grandes y luminosos ojos verdes. Pero todo cambió el siete de septiembre de 1995. En la fila para entrar en clase, lo vio. Era un chico alto y moreno, con los ojos azules, o verdes, o grises
En realidad, sus ojos cambiaban de color en muchas ocasiones. En clase, al principio de clase, sus ojos eran de un verde mar, en medio de la explicación del profesor, tenían un tono gris como una nube a punto de descargar su furia sobre la tierra, dejando un aroma dulzón. Y al final, cuando el timbre tocaba, sus ojos azules eran como el Mar Pacífico. Oscuros y enigmáticos.
Sí, se podría decir que ella estaba enamorada de ese chico, pero no era correspondido. Era algo que podía ver. Se quedaba en el patio, mirándolo desde lejos. Un día, el último día que se verían, ese curso, decidió confesarlo todo. A pesar de que era verano, las nubes oscuras auguraban lo peor, la tormenta física y el dolor que Virginia sentiría.
Se vio rechazada y humillada, pues en los cursos siguientes, él le pedía hacer cosas que ella, cabizbaja, cumplía. Incluso cuando él quería salir con una chica, era ella quien debía decirle a la joven las intenciones de su amado.
Sus compañeros eran crueles, sus comentarios dolientes, directos para dañar. Hubo un momento en que ya no pudo más. Sus ojos solo lloraban en as noches, con el corazón roto. No soportaba ya lo que sus compañeros le hacían, hiriéndola, matándola por dentro. Sin ningún amigo en el mundo. Estaba cansada, ya apenas podía levantarse de su cama sin que las piernas les flaquearan. Comenzó a idear un plan para poner fin a su dolor.
Cogió una cuerda y la metió a su mochila, hizo una pequeña carta a sus padres, y otra para el joven que le había llevado a la perdición.
Dejó la destinada a su familia sobre la cama de sus progenitores, y la otra, la introdujo bajo  la puerta del único culpable. Subió a la azotea de su bloque de pisos, donde ella vivía. Ató la cuerda a una viga saliente y saltó, quedando así, su cuello roto.
Cuando el muchacho se enteró, supo que había sido su culpa. Se le encontró en su cuarto, con el corazón perforado con un cuchillo. Extrañamente, no se pudieron encontrar huellas.

 El edificio donde se suicidó Virginia entró en quiebra, por lo que tuvieron que vender el terreno. A los diez años, se derruyó el edificio y se comenzó a construir un colegio. Se dice, que en la nota que Virginia le escribió al chico, ponía que la historia se volvería a repetir. Las chicas del nuevo colegio, murmuran que si llamas tres veces el nombre de la fallecida en el baño del vestuario femenino, podía observarse, de repente, sin previo aviso, en un hueco en el techo, dos luces rojas, con apariencia de ojos, y el contorno de un cuchillo ensangrentado. Que se oyen lamentos, el sonido de un corazón al pararse, y, al final, una cuerda tensarse. La historia volvería a repetirse, había augurado Virginia. ¿Sería cierto?

2 comentarios:

  1. Muy buena la historia solo de pensar que yo estudié en aquel colegio y que la leyenda es verdad que se rumoreaba por ahí hace que se me pongan los pelos de punta XD

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  2. Muy buena la historia solo de pensar que yo estudié en aquel colegio y que la leyenda es verdad que se rumoreaba por ahí hace que se me pongan los pelos de punta XD

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