sábado, 14 de septiembre de 2013

El Beso de lo Oscuro: Capítulo 2

Se agarró a su amigo al oír nombrar a sus padres. Contenía las lágrimas a duras penas, con la ayuda de Fabio, que rodeaba su cadera con un brazo.
Mateo la contemplaba aún con la ceja levantada, aunque esperaba la respuesta a la pregunta que había formulado Leandra.
-Sus padres han muerto recientemente-comunicó Fabio en su lugar, acercándola cada vez más a su cuerpo.-
-Genial, algo menos de lo que preocuparse,-comentó Carina.-eso significa que podemos irnos a gusto, sin tener que dar muchas explicaciones a…
-¡Carina!-la regañó Lea.- Eres una insensible.
Se encogió de hombros, sin importarle lo dicho por Lea.
-Espera, espera, espera. Que me pierdo.-comenzó Mateo.- ¿No hay ningún adulto?-Vanessa negó.-Entonces…, ¿las autoridades no te meterían en algún internado?
-Vienen hoy por mí...
Los extraños se miraron entre ellos y luego fijaron la vista en Carina.
-¿Qué?-dijo en tono cortante-
-No pueden llevársela, lo sabes.-argumentó Óscar- Debemos hacer algo. Y tú puedes hacerlo.
-¿Quieres que use el Furtum?
Óscar asintió, acompañado por Boris y Mateo.
-Muy bien…-suspiró y se volvió de nuevo a Vanessa.- ¿Cómo era quien te dijo que te meterían en un internado, o lo que sea?
-No es necesario que lo hagas, Vane. No sabemos quiénes son estas personas, ni lo que quieren.
-Listillo, queremos salvar el mundo.-escupió Carina.- No es extraño que un Estelio como tú no lo entienda.-bufó.-
-Otra vez con lo del “Estelio”.
-Va, Carin. Hazlo.-le pidió Mateo.- Vanessa. Por favor, dile a Carina cómo era quien te dijo de la muerte de tus padres.
Vanessa suspiró y se concentró.
-Era un hombre, de unos treinta, cuarenta años. Algo obeso, un poco bajito…-a medida de que ella describía al agente, la atrames se acercaba a la muchacha. Cuando enumeró su forma de vestir, Carina tocó su sien.-
-No te resistas, ingrata-la avisó.-
Fabio gritó de horror, mientras que Carina desaparecía, Vanessa caía al suelo y los demás lo miraban todo, con el semblante tranquilo y sin apenas expresión.


***


Carina despertó en un sitio oscuro, sin luz, cubierto de tinieblas, donde no podía ver nada. <<Genial. Ya estoy en la cabeza de esta palurda>> pensó con desdén.
Comenzó a andar, sin dirección, solo poniendo un pie delante del otro, siempre hacia adelante.
Pasó una eternidad, o lo que parecía el infinito para ella caminando cuando, al fin, vio la luz que estaba buscando.
Giró a la izquierda y la siguió. La luminiscencia era cada vez más grande, comenzaba a envolver a la chica a medida que avanzaba.
Cuando la abrazó por completo, quedó ciega por unos instantes interminables.
Entonces vio lo que sería un pasillo blanco, como el de las películas de terror, sin un fin. Las puertas a cada lado estaban cerradas, pero con tan solo poner una mano en el “pomo” que tenía forma de un caballo corriendo, con el polvo tras sus patas. Era extraño, pues no estaba como en las casas corrientes, fuera de los cerebros de las personas, estaba en lo que venía siendo el centro de la entrada. <<Bueno, Carina. Concéntrate. Hay que buscar a un tío gordo, vestido de agente. Se creerá atractivo, el idiota…>>
Cada día de la vida de Vanessa estaba separado por losas de diferentes colores. El de hoy era verde, y el de ayer rojo. Los momentos de dolor, tenían la puerta arañada, mientras que los que se era feliz, proferían una luz resplandeciente, que deslumbraba.
En el día de las baldosas rojas, tan solo tenía un momento malo, la puerta más reciente, lo que sería la primera puerta que Carina encontró al entrar en el área roja.
Puso la mano sobre el caballo y se encontró en el salón de Vanessa.


***


-¿Qué…qué ha pasado?-balbuceó Fabio.- ¿Dónde se ha metido esa tía?
-Tranquilízate. Sólo se ha introducido en la mente de la Ignita.-trató de calmar Mateo.-
-¿De la qué?
-De tu amiga Vanessa, Estelio.-dijo Óscar.-
-¿A qué se refería vuestra amiga al decir que queríais que usara el Furtum?
-El furtum, es latín, de nuevo.-explicó Lea.- Significa robo, o robar. En el caso de Carina, lo que roba son los recuerdos. Más bien, los borra.
-¡Va a borrarle la memoria a Vane?
-¿Qué?-Lea parecía confusa.- ¡No! No, hombre. A ver cómo te lo explico… Cuando dos personas comparten una experiencia, comparten un recuerdo, ¿no? Bueno, pues es como que, al compartirlo, tienen una conexión. No va a borrarle la memoria a Vanessa. Se la va a borrar al hombre ese.
-Entonces… ¿Ella seguirá recordando su vida pasada?
-Por supuesto. No tienes nada de qué preocuparte.-sonrió Leandra.-
Fabio le devolvió la sonrisa.
-Bueno…-comenzó Boris.- Me parece que nos toca esperar. ¿Un cinquillo?
-¿De las cartas? Tío, tú estás mal de la chola.-comentó el chico rubio.-
-Anda, Mateo. No seas así. Tengo una baraja de cartas aquí mismo.
-¡Yo creo que podría ser divertido!-exclamó Lea.-
-¿Te apuntas, Óscar? ¿Estelio, tú?
-Yo paso.
-¡No me llames Estelio!
Boris se encogió de hombros y sacó la baraja.
-Lea, no podemos jugar un cinquillo, somos solo dos. ¿Mejor una escoba?
-Vale.
Fabio rodó los ojos y se sentó al lado de su amiga inconsciente, la cual habían vuelto a colocar en el asiento que había estado utilizando cuando la encontraron.
-Estáis como cabras…
-Si yo te contara…-Óscar se sentó en el otro lado de Vanessa.- No sabes lo mal que están…
-¡Venga, que mejor me uno!-los interrumpió Mateo a grito pelado.-
-¡Mat! ¡Aquí a mi ladito!-propuso la chica, también gritando.-
-¡Dios!-Fabio suspiró y dirigió la mirada a Óscar.- ¿Cómo puedes soportarlos? Son como dos niños pequeños.
-¿Mateo y Lea? Sí, la verdad. Son bebés grandes. Pero son buenos chicos, frecuentemente, Carina les hace bromas pesadas, pero no son rencorosos.
-Antes, Carina había dicho que teníais que salvar el mundo… ¿A qué se refería? ¿Es cierto eso?
-A Carina se le va mucho la lengua… No puedo decirte nada, tendría que consultarlo con los Maestros.
-¿Puedo, al menos, saber para qué queréis a Vane?
-Verás…-Óscar suspiró.- Somos, ¿cómo decirlo? Elementos. Cada uno de nosotros tiene poder sobre su elemento, por ejemplo, yo, controlo el hielo, no me daña. Tu amiga, es también como yo, bueno, no como yo, todo lo contrario, más bien. Ella es el fuego…
-¡Siete de oros! ¡Toma! Os voy ganando, Lea y Boris.
-A lo que íbamos-prosiguió Óscar, después de que Mateo lo interrumpiera gritando.- Aún no controlamos del todo nuestro poder, por lo que tenemos que viajar para aprender. La más avanzada es Carina, puesto que sus abuelos la hicieron aprender lo básico, violando la ley de los seis Maestros, que prohíbe enseñar a los pupilos las artes de la naturaleza.
-¿Qué elementos sois?
-Somos seis, Agua, Arena o Tierra, Aire, Fuego, Hielo y el elemento Oscuro.
-Pero… Si hay oscuridad… ¿No debería haber luz?
-Me he hecho esa pregunta muchas veces, y aún no he encontrado respuesta…


***


Carina observó la escena en la que Vanessa era enterada de la muerte de sus padres.
El timbre sonó mientras ella estaba en su habitación escribiendo en un cuaderno.
Vio cómo se levantaba y miraba la hora en su reloj. Era tarde, casi de noche. Los últimos rayos del sol se colaban por la ventana del cuarto de la chica.
Vanessa abrió la puerta y el agente apareció tras ella.
-¿Es la señorita Vanessa Amiriota?
<<Es mi turno>> Se acercó a aquel hombre y tocó, sin ser vista, su frente.
Volvió a estar en un pasillo blanco, con zonas del suelo de diferente color. Suspiró y, una a una, buscó la puerta que conducía al recuerdo de encontrar a los familiares de los fallecidos.
Cuando lo encontró, se internó en él.
Carina estaba en la carretera. Había humo, fuego y escombros por todas partes. Dos coches habían colisionado.
Inspeccionó la zona. Había varios agentes de policía en la zona acordonada. <<Vaya. Voy a tener que destruirlo de forma  global…>>
El causante del recuerdo era el mismo accidente. Tan solo se acercó al lugar del choque, que eran los morros de ambos vehículos. Ahí, tan solo para su vista, estaba la forma de cambiar el recuerdo.
Era una superficie transparente, pero con una sobra rectangular. Como una pantalla.
Apoyó la mano sobre aquella forma, que estaba encima del capó del coche rojo, bastante destrozado. Cuando lo hizo, una nube azulada se elevó hasta estar frente los ojos de Carina.
En la nube estaban dos opciones: Individual y Colectivo.
La palabra COLECTIVO se iluminó de tal manera, que la escena fue inundada en un dorado cegador. Durante unos segundos tan solo se veía la inmensidad de la nada. Un estupor dorado. Y, poco a poco, se fue desvaneciendo. Cuando todo volvió a la normalidad, el recuerdo empezó a romperse, literalmente. Pedazo a pedazo, aquella escena se rompía, como un puzle, dejando debajo un fondo gris perlado, se oía cada pieza caer al suelo y romperse en mil cristales de colores variados. Los temblores hacían tambalearse a Carina, que se puso a correr a lo que quedaba de la luz dorada, en forma de puerta. Pero el recuerdo iba rompiéndose con mayor rapidez, e iba llegando a la puerta por la que debía salir la muchacha.
Estaba ahí, a tan solo cuatro metros de ella. Y el abismo estaba tras sus talones, siguiendo sus pisadas cada vez más deprisa.
La chica dio un salto y el recuerdo quedó reducido a cenizas ante sus ojos, ya a salvo en aquel pasillo blanco.
La puerta se cerró con un fuerte portazo, quedando con grietas del tamaño de un brazo adulto y, segundo a segundo, se fue convirtiendo en cenizas sobre el suelo.
<<Por los pelos. A ver ahora cómo hago para volver…>>
Suspiró y se sentó con las piernas cruzadas. Puso las manos sobre sus ojos, como cuando un niño va aponerse a llorar, pero ella no lo hizo. De sus labios salían palabras extrañas, ininteligibles, de un lenguaje arcaico. A su alrededor comenzaron a flotar símbolos en un morado tan oscuro que era casi negro, palpitaban a cada sílaba de Carina y se fueron extendiendo sobre ella hasta envolverla en una áspera manta de humo.


***


-Entonces no sabéis si hay un elemento luminoso…
-Para nada. Pero tampoco tenemos intención de comernos la cabeza con eso.
En el suelo, envuelta de una nube negra, apareció Carina, con el semblante pálido y cansado. El humo se disipó en el aire mientras los jugadores de las cartas se levantaban al haber terminado el tiempo de espera.
Carina no se movía, es más, temblaba como la gelatina. Estaba a punto de caer al suelo de lado, cuando Óscar la sujetó y le tocó la frente.
-Está helada…-miró a los presentes e indicó la casa-Debemos llevarla adentro.
-Hey, hey, hey. ¿Y qué pasa con Vanessa?-Fabio miró a su amiga, aún dormida en sus brazos-¿La vais a dejar aquí?
-Él tiene razón, Óscar…-afirmó Mateo-
-Está bien… Boris, coge tú a Carina, que yo llevaré a Vanessa.
-De eso nada-exclamó de nuevo Fabio, poniéndose en contra de los extraños.- Yo llevaré a Vanessa.
El chico que decía ser el hielo enarcó una ceja, como dudando de que aquella persona pudiera levantar a la chica.
-Venga, entonces.-hizo un gesto con la cabeza a Boris, que se acercó y cargó con su compañera en brazos.-Tu turno, Estelio.
-¡Mi nombre es Fabio!-se levantó y metió los brazos bajo la cintura y cuello de la muchacha. La levantó a duras penas, pero lo hizo. Comenzó a andar, con las piernas temblándole, poniendo en peligro a Vanessa.-
-Trae, inútil.-el chico de los ojos cambiantes se acercó a Fabio y cogió en brazos a Vanessa, de una forma tan firme, que parecía elevar una pluma.-
Fabio bufó y se puso el primero para ir abriendo las puertas.
A Carina la dejaron en la antigua habitación del hermano de Vanessa, Derek. Y a Vanessa en la suya.
Fabio se quedó con su amiga, en una silla que había puesto cercana a su cama y la observaba dormir.
-Vane…-su voz era preocupada.- Espero que puedas oírme. No confío en estas personas. Ni si quiera estoy seguro de que sean personas.-cogió la mano de la chica y se la acercó a los labios.- Sé que no siempre he sido el mejor amigo que hayas podido tener, pero quiero que sepas, que te quiero, y pase lo que pase, vayas a donde vayas, Vane, voy a ir contigo. Si estas personas te llevan a algún lado, iré contigo. Nunca te dejaré. De alguna forma, no imagino quién va a estar a mi lado cuando reciba la noticia de que Ale ha vuelto ser detenida. No quiero… No puedo perderte, Vanessa. Eres mi mejor amiga, y el mundo sin ti no sería más que tinieblas… Y sabes que yo soy de todo menos un chico que le guste reconocer sus sentimientos, me conoces…-suspiró.-Por alguna razón creía que al hablarte de esta forma te despertarías…-se levantó de la silla, dejó la mano sobre el pecho de la adolescente y se inclinó.- De todos modos… En algún momento debía decírtelo… ¿No? Bueno, como tú siempre dices… Mejor tarde que nunca.-bajó la cabeza hasta que sus labios rozaron los de ella.-
Era una textura agradable, suave y cálida. La sangre comenzó a correr con mayor velocidad por las venas de Fabio y sentía la adrenalina al hacer algo que jamás habría pensado en hacer. Era como una droga recorriendo su cuerpo de arriba a abajo, formando una dulce corriente eléctrica por los nervios, dando un escalofrío por la médula espinal, recorriendo la columna. Se separó de ella y acarició su mejilla.
-Tenía que decírtelo, Vane…-acercó su boca a su oído.- Y lo que tenía que decirte es que te amo.
Al ver que su amada no se movía, salió de la habitación, avergonzado por sus actos. Cerró la puerta tras de sí, con cuidado cuando comenzó a oír un murmuro al otro lado del pasillo.
Se acercó silencioso a la esquina, donde aguardó y escuchó la conversación.
-Entonces… ¿Qué hacemos con el Estelio?-preguntó la voz de Mateo.-
-Debemos tratar de alejarlo de la Ignita. No puede seguirnos en este viaje, solo sería una molestia.-contestó la voz de Óscar.-
-Pero ella no dejará que se quede solo…
-Pues tendremos que hacer que no pueda moverse, Mateo.
-¿Quieres decir, que le rompamos una pierna o algo así?
-Sí, algo así. Si no atiende a razones, claro.
-Pero… ¿Y si ella se entera?
-No lo hará.
No quiso escuchar nada más. Fabio se fue de nuevo a la habitación de Vanessa, pensando en que se tendría que defender para poder estar con Vanessa, a su lado, como siempre.
Cuando llegó, ella acababa de abrir los ojos y él se acercó hasta la cama y cogió de nuevo su mano, algo sonrojado, pues la confesión de sus sentimientos aún seguía latente.
-Hey.-sonrió Vane algo somnolienta y con una nota de dolor y cansancio.-
-Hola.-la ayudó a incorporarse mientras sonreía y acariciaba su frente, que había comenzado a sudar.-¿Qué tal, cariño?
-Bueno… Se puede mejorar… ¿Y tú?
-Yo estoy bien.-se sentó en la cama con ella.-¿Recuerdas quién soy?
-Por supuesto.-sonrió ampliamente y apretó la mano de Fabio.- Eres mi mejor amigo.
-Creía que no te acordarías de mí.
-¿Cómo no me voy a acordar de ti? Ah… He tenido un sueño muy raro…
-¿Sobre unas personas que controlaban los elementos?
-¡Sí!-exclamó Vanessa.-¿Cómo lo sabes?
-Son reales. Están en la casa.
-También que tú me besabas y me decías que me amabas… Pero eso es imposible.-se rió mientras Fabio se sonrojaba más.- Hey, ¿qué ocurre?
-¿Qué? Ah, creo que me duele la cabeza…-inventó él.-
-¿De verdad?-sonaba preocupada y se pegó a la pared.-Ven, duerme un poco, Fabio.
Él se tumbó en la cama de costado, mirando a su amiga. Ella se acercó y apoyó la cabeza en la almohada, cerrando los ojos con intención de dormir.
-Estoy súper cansada…
-Pues duerme.-dijo su amigo con tono irónico.-
-Sigo sin entender porqué me necesitan estas personas… No los conozco de nada, y sin embargo, es como si lo supiera todo de ellos.  ¿Has conocido a Mateo? Me parece…
-¿Un bebé grande?
¡No!-Vanessa se rió y le sonrió.- No, un chico muy amable y… Bastante atractivo.-no se dio cuenta de la sonrisa que puso cuando lo dijo, pero Fabio sí.-
-¿Y qué hay del tal Óscar? Es un poco… raro…
-Frío.-le interrumpió ella.- Parece que nada le importa, que nada le trastorna. No sé… La verdad, me da algo de miedo ese tipo. Aunque parece inteligente…
-Y mujeriego.-le tocó interrumpir esta vez a Fabio.- Conozco a ese tipo de chicos. Lo que viene siendo un “Chico Malo”, y a las mujeres eso les gusta mucho. ¿Y sus ojos? Creo que tal vez es lo que más atraería a una moza. Y ya que estamos hablando de los integrantes de este extraño grupo… ¿Leandra, Carina y Boris?
-Leandra me cae bien, también es muy dulce. Es así, pequeñita, que te dan ganas de abrazarla y protegerla de todo. Carina… Carina es muy arisca… Creo que no le gusta mucho la gente… Que prefiere estar sola. Y Boris… Es parecido a ella, solo que un poco más amable.
-Entonces, nuestros amigos, entre comillas-hizo el gesto de las comillas con los dedos.- son: Mateo y Lea. ¿No?
-Sí, eso parece. Oye, ¿a ti no te dolía la cabeza?
-¿Y tú no estabas cansada?
Le sonrió y acomodó la almohada bajo su cabeza y cerró los ojos. Mientras, él la estaba mirando sonriendo, recorría con la mirada su rostro, observando cada detalle suyo. Las largas pestañas negras, las cejas perfiladas, tenía un pequeño lunar sobre el labio, a la izquierda; y los labios entreabiertos  dejaban ver uno de los dientes delanteros sin un pequeño trozo, a penas visible si no te fijabas mucho. Había sido debido a su hermano mayor, Derek. En un verano en el que habían comprado una piscina de goma y ella, con unos siete años, estaba buceando, cuando su hermano se le cayó encima, golpeando aquella preciosa boca contra el suelo. Ella le había contado el dolor que había tenido durante dos semanas enteras, y lo afilado que estaba el diente roto en aquellos momentos, pero pasado el tiempo, se fue limando y ya era como los demás, suave al tacto de la lengua.<<Algún día veré por mí mismo cuán suave está>> pensó y se levantó, al darse cuenta de que ella se había dormido. Se acercó al escritorio de Vane y cogió su cuaderno de rap. Fue pasando las páginas hasta ver uno que no había leído. En él decía que, se sentía extraña, que nunca había pensado en el fuego de la forma en que ahora lo hacía. Pasó a la siguiente y, no era música. Era la descripción de un sueño…

…Entonces los ángeles cayeron. Eran cinco, con túnicas de diferentes colores. Uno de ellos se acercó a mí e hizo como que trataba de salvarme. Me dolía la espalda, y cuando miré, tenía alas del color de las llamas, trataba de elevar el vuelo, pero las manos tiraban de mi hacia abajo, cada vez más y…

Dejó de leer. Aquellas palabras transmitían una desesperación tal, que era complicado pensar que aquellas emociones se debieran a tan solo un sueño… La puerta se abrió de golpe, dando lugar a la figura de Óscar, con el rostro serio, como de costumbre.
-Estelio, ven conmigo.-se fijó en Vanessa, y los ojos cambiaron de un gris metalizado a un verde oliva. Volvió a mirar a Fabio, y los ojos volvieron a su color original.- No la despiertes.
Con el cuaderno aún en la mano, salió de la habitación despacio, pasando al lado de Óscar con la cabeza bien alta, apretando el objeto contra su pecho, el único indicio de su nerviosismo. 
-Por aquí, por favor.-indicó el chico moreno, señalando el pasillo que llevaba al salón.- Te estamos esperando todos.
Cuando cruzó aquel pasillo, de color vainilla, el corazón le latía  muy rápido, y sentía un nudo en la garganta, que trataba de desenredar tragando saliva, pero el maldito seguía enredado ahí, dificultándole la respiración. Cuando entró en la sala, todos estaban sentados en dos sillones de los tres, de un color crema algo roto, a cada lado de una mesa de cristal, a excepción de uno, por lo que tenía tres de sus lados, guardados por un sillón cada uno. Dos de ellos, eran grandes, mientras que el otro, era de una persona. Fabio se sentó en el que no estaba ocupado, el más pequeño, y esperó a que los desconocidos hablasen.
-Bueno, ahora que estamos todos aquí,-comenzó Óscar.- hay que decirle al Estelio…-vio la cara de Fabio y se corrigió a si mismo.- a Fabio, lo que está pasando y lo que debe hacer. ¿Mateo? ¿Haces los honores?
-Claro. A ver, Fabio. La misión que tenemos entre manos es muy peligrosa, por lo que no podemos dejar que vengas, ya que, tú no posees ningún control sobre ningún elemento, y sólo serías una…-eligió bien sus palabras.- distracción.
-Muy bien por vosotros, pero yo he prometido a Vanessa que siempre estaría a su lado, y no pienso romper mi juramento, porque no sólo la estaría engañando a ella, también lo haría a mí mismo, y no pienso hacerlo.-al ver que nadie respondía, siguió hablando.- Pero tengo una pregunta.-dejó el cuaderno sobre la mesa, dejando al descubierto la escritura del sueño de su amiga.-¿Qué es eso?
-Está bien claro, Estelio.-intervino Canina.- Se llama cuaderno, es donde la gente escribe cosas para la posteridad, para recordarlas, o porque se aburren.
-No me refiero a eso, querida.-dijo sarcásticamente.- Lee lo que hay escrito.
Boris, que era el que más cerca estaba del cuaderno y se lo pasó a la chica, quien lo tomó en sus manos y comenzó a leer.
A medida que sus ojos bajaban, su ceño se fruncía y observaba con mayor detenimiento lo que decían las palabras. Cuando terminó, miró directamente a Fabio y preguntó:
-¿Cuándo ha escrito esto?
-No lo sé, pero debe de ser hace poco, tal vez unas horas, porque ella no sabía hasta ayer por la noche que sus padres habían muerto…
-Tampoco conocía nuestra identidad, así que, puede haber sido hace más tiempo. Escuchad, chicos-volvió a fijar la vista en el manuscrito y leyó la parte que les convenía.- Ella dice: “Eran cinco, con túnicas de diferentes colores… Me dolía la espalda, y cuando miré, tenía alas del color de las llamas”-los miró y siguió leyendo, algo que Fabio no había leído.- “Los cinco ángeles vestían de color  marrón claro, celeste, negro, de blanco y el último de azul pálido.
Levantó la vista y vio cómo los rostros de sus compañeros habían cambiado, con expresiones preocupadas y extrañadas. Miraron a Fabio, con la boca abierta.
-¿Qué?-exclamó Fabio, a la defensiva.-
-Son nuestros elementos.-explicó Mateo.-Los ha dicho todos, los seis. Los nuestros y el suyo.
-¿Todos?-El chico rubio no lo entendía.- Eso es, ¿como que ha adivinado el futuro?      
-Más bien,-comenzó Óscar.- que nuestro subconsciente le ha puesto de sobre aviso de que veníamos. Lo que viene siendo, que su parte elemental, ha sentido a los demás y se lo ha dicho, a través de un sueño, como es visible.
-¿Y por qué la agonía? Se siente su sufrimiento a través de las letras, ¿o soy el único que lo siente?
-Acababa de perder a sus padres, y unas manos estaban tratando de hundirla en el barro. Es comprensible que estuviera asustada.-dijo Boris, quien tenía ahora en cuaderno.- No creo que esto le haga ningún daño.-se encogió de hombros.- Es más, creo que esto le ayudará a que afronte la realidad.
-Yo creo que tiene razón…-dijo en apenas un susurro Lea.- No creo que le vaya a hacer mal alguno este sueño.
-Entonces…-decía algo dudoso Mateo.- ¿No le va a pasar nada? ¿Estáis seguros?-al ver que todos asentían, expulsó el aire que parecía que había estado soportando por bastante tiempo.- Eso es genial…
Fabio vio cómo Mateo miraba al pasillo, aquel que daba al cuarto de Vanessa. La sonrisa de Mateo era amplia, y los ojos le brillaban de una manera que el Estelio conocía muy bien, de tantas veces que los ojos le habían brillado así a él.
-Si me disculpan.-se levantó para volver con su amiga.-Me gustaría estar con Vane un rato.                           

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