Se agarró a su
amigo al oír nombrar a sus padres. Contenía las lágrimas a duras penas, con la
ayuda de Fabio, que rodeaba su cadera con un brazo.
Mateo la
contemplaba aún con la ceja levantada, aunque esperaba la respuesta a la
pregunta que había formulado Leandra.
-Sus padres han
muerto recientemente-comunicó Fabio en su lugar, acercándola cada vez más a su
cuerpo.-
-Genial, algo
menos de lo que preocuparse,-comentó Carina.-eso significa que podemos irnos a
gusto, sin tener que dar muchas explicaciones a…
-¡Carina!-la
regañó Lea.- Eres una insensible.
Se encogió de
hombros, sin importarle lo dicho por Lea.
-Espera, espera,
espera. Que me pierdo.-comenzó Mateo.- ¿No hay ningún adulto?-Vanessa
negó.-Entonces…, ¿las autoridades no te meterían en algún internado?
-Vienen hoy por
mí...
Los extraños se
miraron entre ellos y luego fijaron la vista en Carina.
-¿Qué?-dijo en
tono cortante-
-No pueden
llevársela, lo sabes.-argumentó Óscar- Debemos hacer algo. Y tú puedes hacerlo.
-¿Quieres que
use el Furtum?
Óscar asintió,
acompañado por Boris y Mateo.
-Muy
bien…-suspiró y se volvió de nuevo a Vanessa.- ¿Cómo era quien te dijo que te
meterían en un internado, o lo que sea?
-No es necesario
que lo hagas, Vane. No sabemos quiénes son estas personas, ni lo que quieren.
-Listillo,
queremos salvar el mundo.-escupió Carina.- No es extraño que un Estelio como tú
no lo entienda.-bufó.-
-Otra vez con lo
del “Estelio”.
-Va, Carin.
Hazlo.-le pidió Mateo.- Vanessa. Por favor, dile a Carina cómo era quien te
dijo de la muerte de tus padres.
Vanessa suspiró
y se concentró.
-Era un hombre,
de unos treinta, cuarenta años. Algo obeso, un poco bajito…-a medida de que
ella describía al agente, la atrames se acercaba a la muchacha. Cuando enumeró
su forma de vestir, Carina tocó su sien.-
-No te resistas,
ingrata-la avisó.-
Fabio gritó de
horror, mientras que Carina desaparecía, Vanessa caía al suelo y los demás lo
miraban todo, con el semblante tranquilo y sin apenas expresión.
***
Carina despertó
en un sitio oscuro, sin luz, cubierto de tinieblas, donde no podía ver nada.
<<Genial. Ya estoy en la cabeza de esta palurda>> pensó con desdén.
Comenzó a andar,
sin dirección, solo poniendo un pie delante del otro, siempre hacia adelante.
Pasó una
eternidad, o lo que parecía el infinito para ella caminando cuando, al fin, vio
la luz que estaba buscando.
Giró a la
izquierda y la siguió. La luminiscencia era cada vez más grande, comenzaba a
envolver a la chica a medida que avanzaba.
Cuando la abrazó
por completo, quedó ciega por unos instantes interminables.
Entonces vio lo
que sería un pasillo blanco, como el de las películas de terror, sin un fin.
Las puertas a cada lado estaban cerradas, pero con tan solo poner una mano en
el “pomo” que tenía forma de un caballo corriendo, con el polvo tras sus patas.
Era extraño, pues no estaba como en las casas corrientes, fuera de los cerebros
de las personas, estaba en lo que venía siendo el centro de la entrada.
<<Bueno, Carina. Concéntrate. Hay que buscar a un tío gordo, vestido de
agente. Se creerá atractivo, el idiota…>>
Cada día de la
vida de Vanessa estaba separado por losas de diferentes colores. El de hoy era
verde, y el de ayer rojo. Los momentos de dolor, tenían la puerta arañada,
mientras que los que se era feliz, proferían una luz resplandeciente, que
deslumbraba.
En el día de las
baldosas rojas, tan solo tenía un momento malo, la puerta más reciente, lo que
sería la primera puerta que Carina encontró al entrar en el área roja.
Puso la mano
sobre el caballo y se encontró en el salón de Vanessa.
***
-¿Qué…qué ha
pasado?-balbuceó Fabio.- ¿Dónde se ha metido esa tía?
-Tranquilízate.
Sólo se ha introducido en la mente de la Ignita.-trató de calmar Mateo.-
-¿De la qué?
-De tu amiga
Vanessa, Estelio.-dijo Óscar.-
-¿A qué se
refería vuestra amiga al decir que queríais que usara el Furtum?
-El furtum, es
latín, de nuevo.-explicó Lea.- Significa robo, o robar. En el caso de Carina,
lo que roba son los recuerdos. Más bien, los borra.
-¡Va a borrarle
la memoria a Vane?
-¿Qué?-Lea
parecía confusa.- ¡No! No, hombre. A ver cómo te lo explico… Cuando dos
personas comparten una experiencia, comparten un recuerdo, ¿no? Bueno, pues es
como que, al compartirlo, tienen una conexión. No va a borrarle la memoria a
Vanessa. Se la va a borrar al hombre ese.
-Entonces… ¿Ella
seguirá recordando su vida pasada?
-Por supuesto.
No tienes nada de qué preocuparte.-sonrió Leandra.-
Fabio le
devolvió la sonrisa.
-Bueno…-comenzó
Boris.- Me parece que nos toca esperar. ¿Un cinquillo?
-¿De las cartas?
Tío, tú estás mal de la chola.-comentó el chico rubio.-
-Anda, Mateo. No
seas así. Tengo una baraja de cartas aquí mismo.
-¡Yo creo que
podría ser divertido!-exclamó Lea.-
-¿Te apuntas,
Óscar? ¿Estelio, tú?
-Yo paso.
-¡No me llames
Estelio!
Boris se encogió
de hombros y sacó la baraja.
-Lea, no podemos
jugar un cinquillo, somos solo dos. ¿Mejor una escoba?
-Vale.
Fabio rodó los
ojos y se sentó al lado de su amiga inconsciente, la cual habían vuelto a
colocar en el asiento que había estado utilizando cuando la encontraron.
-Estáis como
cabras…
-Si yo te
contara…-Óscar se sentó en el otro lado de Vanessa.- No sabes lo mal que están…
-¡Venga, que
mejor me uno!-los interrumpió Mateo a grito pelado.-
-¡Mat! ¡Aquí a
mi ladito!-propuso la chica, también gritando.-
-¡Dios!-Fabio
suspiró y dirigió la mirada a Óscar.- ¿Cómo puedes soportarlos? Son como dos
niños pequeños.
-¿Mateo y Lea?
Sí, la verdad. Son bebés grandes. Pero son buenos chicos, frecuentemente,
Carina les hace bromas pesadas, pero no son rencorosos.
-Antes, Carina había
dicho que teníais que salvar el mundo… ¿A qué se refería? ¿Es cierto eso?
-A Carina se le
va mucho la lengua… No puedo decirte nada, tendría que consultarlo con los
Maestros.
-¿Puedo, al
menos, saber para qué queréis a Vane?
-Verás…-Óscar
suspiró.- Somos, ¿cómo decirlo? Elementos. Cada uno de nosotros tiene poder
sobre su elemento, por ejemplo, yo, controlo el hielo, no me daña. Tu amiga, es
también como yo, bueno, no como yo, todo lo contrario, más bien. Ella es el
fuego…
-¡Siete de oros!
¡Toma! Os voy ganando, Lea y Boris.
-A lo que
íbamos-prosiguió Óscar, después de que Mateo lo interrumpiera gritando.- Aún no
controlamos del todo nuestro poder, por lo que tenemos que viajar para
aprender. La más avanzada es Carina, puesto que sus abuelos la hicieron
aprender lo básico, violando la ley de los seis Maestros, que prohíbe enseñar a
los pupilos las artes de la naturaleza.
-¿Qué elementos
sois?
-Somos seis,
Agua, Arena o Tierra, Aire, Fuego, Hielo y el elemento Oscuro.
-Pero… Si hay
oscuridad… ¿No debería haber luz?
-Me he hecho esa
pregunta muchas veces, y aún no he encontrado respuesta…
***
Carina observó
la escena en la que Vanessa era enterada de la muerte de sus padres.
El timbre sonó
mientras ella estaba en su habitación escribiendo en un cuaderno.
Vio cómo se
levantaba y miraba la hora en su reloj. Era tarde, casi de noche. Los últimos
rayos del sol se colaban por la ventana del cuarto de la chica.
Vanessa abrió la
puerta y el agente apareció tras ella.
-¿Es la señorita
Vanessa Amiriota?
<<Es mi turno>>
Se acercó a aquel hombre y tocó, sin ser vista, su frente.
Volvió a estar
en un pasillo blanco, con zonas del suelo de diferente color. Suspiró y, una a
una, buscó la puerta que conducía al recuerdo de encontrar a los familiares de
los fallecidos.
Cuando lo
encontró, se internó en él.
Carina estaba en
la carretera. Había humo, fuego y escombros por todas partes. Dos coches habían
colisionado.
Inspeccionó la
zona. Había varios agentes de policía en la zona acordonada. <<Vaya. Voy
a tener que destruirlo de forma
global…>>
El causante del
recuerdo era el mismo accidente. Tan solo se acercó al lugar del choque, que
eran los morros de ambos vehículos. Ahí, tan solo para su vista, estaba la
forma de cambiar el recuerdo.
Era una
superficie transparente, pero con una sobra rectangular. Como una pantalla.
Apoyó la mano
sobre aquella forma, que estaba encima del capó del coche rojo, bastante
destrozado. Cuando lo hizo, una nube azulada se elevó hasta estar frente los
ojos de Carina.
En la nube
estaban dos opciones: Individual y Colectivo.
La palabra COLECTIVO se iluminó de tal manera, que
la escena fue inundada en un dorado cegador. Durante unos segundos tan solo se
veía la inmensidad de la nada. Un estupor dorado. Y, poco a poco, se fue
desvaneciendo. Cuando todo volvió a la normalidad, el recuerdo empezó a
romperse, literalmente. Pedazo a pedazo, aquella escena se rompía, como un
puzle, dejando debajo un fondo gris perlado, se oía cada pieza caer al suelo y
romperse en mil cristales de colores variados. Los temblores hacían tambalearse
a Carina, que se puso a correr a lo que quedaba de la luz dorada, en forma de
puerta. Pero el recuerdo iba rompiéndose con mayor rapidez, e iba llegando a la
puerta por la que debía salir la muchacha.
Estaba ahí, a
tan solo cuatro metros de ella. Y el abismo estaba tras sus talones, siguiendo
sus pisadas cada vez más deprisa.
La chica dio un
salto y el recuerdo quedó reducido a cenizas ante sus ojos, ya a salvo en aquel
pasillo blanco.
La puerta se
cerró con un fuerte portazo, quedando con grietas del tamaño de un brazo adulto
y, segundo a segundo, se fue convirtiendo en cenizas sobre el suelo.
<<Por los
pelos. A ver ahora cómo hago para volver…>>
Suspiró y se
sentó con las piernas cruzadas. Puso las manos sobre sus ojos, como cuando un
niño va aponerse a llorar, pero ella no lo hizo. De sus labios salían palabras
extrañas, ininteligibles, de un lenguaje arcaico. A su alrededor comenzaron a
flotar símbolos en un morado tan oscuro que era casi negro, palpitaban a cada
sílaba de Carina y se fueron extendiendo sobre ella hasta envolverla en una
áspera manta de humo.
***
-Entonces no
sabéis si hay un elemento luminoso…
-Para nada. Pero
tampoco tenemos intención de comernos la cabeza con eso.
En el suelo,
envuelta de una nube negra, apareció Carina, con el semblante pálido y cansado.
El humo se disipó en el aire mientras los jugadores de las cartas se levantaban
al haber terminado el tiempo de espera.
Carina no se
movía, es más, temblaba como la gelatina. Estaba a punto de caer al suelo de
lado, cuando Óscar la sujetó y le tocó la frente.
-Está
helada…-miró a los presentes e indicó la casa-Debemos llevarla adentro.
-Hey, hey, hey.
¿Y qué pasa con Vanessa?-Fabio miró a su amiga, aún dormida en sus brazos-¿La
vais a dejar aquí?
-Él tiene razón,
Óscar…-afirmó Mateo-
-Está bien…
Boris, coge tú a Carina, que yo llevaré a Vanessa.
-De eso
nada-exclamó de nuevo Fabio, poniéndose en contra de los extraños.- Yo llevaré
a Vanessa.
El chico que
decía ser el hielo enarcó una ceja, como dudando de que aquella persona pudiera
levantar a la chica.
-Venga,
entonces.-hizo un gesto con la cabeza a Boris, que se acercó y cargó con su
compañera en brazos.-Tu turno, Estelio.
-¡Mi nombre es
Fabio!-se levantó y metió los brazos bajo la cintura y cuello de la muchacha.
La levantó a duras penas, pero lo hizo. Comenzó a andar, con las piernas
temblándole, poniendo en peligro a Vanessa.-
-Trae,
inútil.-el chico de los ojos cambiantes se acercó a Fabio y cogió en brazos a
Vanessa, de una forma tan firme, que parecía elevar una pluma.-
Fabio bufó y se
puso el primero para ir abriendo las puertas.
A Carina la
dejaron en la antigua habitación del hermano de Vanessa, Derek. Y a Vanessa en
la suya.
Fabio se quedó
con su amiga, en una silla que había puesto cercana a su cama y la observaba
dormir.
-Vane…-su voz
era preocupada.- Espero que puedas oírme. No confío en estas personas. Ni si
quiera estoy seguro de que sean personas.-cogió la mano de la chica y se la
acercó a los labios.- Sé que no siempre he sido el mejor amigo que hayas podido
tener, pero quiero que sepas, que te quiero, y pase lo que pase, vayas a donde
vayas, Vane, voy a ir contigo. Si estas personas te llevan a algún lado, iré
contigo. Nunca te dejaré. De alguna forma, no imagino quién va a estar a mi lado
cuando reciba la noticia de que Ale ha vuelto ser detenida. No quiero… No puedo
perderte, Vanessa. Eres mi mejor amiga, y el mundo sin ti no sería más que
tinieblas… Y sabes que yo soy de todo menos un chico que le guste reconocer sus
sentimientos, me conoces…-suspiró.-Por alguna razón creía que al hablarte de
esta forma te despertarías…-se levantó de la silla, dejó la mano sobre el pecho
de la adolescente y se inclinó.- De todos modos… En algún momento debía
decírtelo… ¿No? Bueno, como tú siempre dices… Mejor tarde que nunca.-bajó la
cabeza hasta que sus labios rozaron los de ella.-
Era una textura
agradable, suave y cálida. La sangre comenzó a correr con mayor velocidad por
las venas de Fabio y sentía la adrenalina al hacer algo que jamás habría
pensado en hacer. Era como una droga recorriendo su cuerpo de arriba a abajo,
formando una dulce corriente eléctrica por los nervios, dando un escalofrío por
la médula espinal, recorriendo la columna. Se separó de ella y acarició su
mejilla.
-Tenía que
decírtelo, Vane…-acercó su boca a su oído.- Y lo que tenía que decirte es que
te amo.
Al ver que su
amada no se movía, salió de la habitación, avergonzado por sus actos. Cerró la
puerta tras de sí, con cuidado cuando comenzó a oír un murmuro al otro lado del
pasillo.
Se acercó
silencioso a la esquina, donde aguardó y escuchó la conversación.
-Entonces… ¿Qué
hacemos con el Estelio?-preguntó la voz de Mateo.-
-Debemos tratar
de alejarlo de la Ignita. No puede seguirnos en este viaje, solo sería una
molestia.-contestó la voz de Óscar.-
-Pero ella no
dejará que se quede solo…
-Pues tendremos
que hacer que no pueda moverse, Mateo.
-¿Quieres decir,
que le rompamos una pierna o algo así?
-Sí, algo así.
Si no atiende a razones, claro.
-Pero… ¿Y si
ella se entera?
-No lo hará.
No quiso
escuchar nada más. Fabio se fue de nuevo a la habitación de Vanessa, pensando
en que se tendría que defender para poder estar con Vanessa, a su lado, como
siempre.
Cuando llegó,
ella acababa de abrir los ojos y él se acercó hasta la cama y cogió de nuevo su
mano, algo sonrojado, pues la confesión de sus sentimientos aún seguía latente.
-Hey.-sonrió
Vane algo somnolienta y con una nota de dolor y cansancio.-
-Hola.-la ayudó
a incorporarse mientras sonreía y acariciaba su frente, que había comenzado a
sudar.-¿Qué tal, cariño?
-Bueno… Se puede
mejorar… ¿Y tú?
-Yo estoy
bien.-se sentó en la cama con ella.-¿Recuerdas quién soy?
-Por
supuesto.-sonrió ampliamente y apretó la mano de Fabio.- Eres mi mejor amigo.
-Creía que no te
acordarías de mí.
-¿Cómo no me voy
a acordar de ti? Ah… He tenido un sueño muy raro…
-¿Sobre unas
personas que controlaban los elementos?
-¡Sí!-exclamó
Vanessa.-¿Cómo lo sabes?
-Son reales.
Están en la casa.
-También que tú
me besabas y me decías que me amabas… Pero eso es imposible.-se rió mientras
Fabio se sonrojaba más.- Hey, ¿qué ocurre?
-¿Qué? Ah, creo
que me duele la cabeza…-inventó él.-
-¿De
verdad?-sonaba preocupada y se pegó a la pared.-Ven, duerme un poco, Fabio.
Él se tumbó en
la cama de costado, mirando a su amiga. Ella se acercó y apoyó la cabeza en la
almohada, cerrando los ojos con intención de dormir.
-Estoy súper
cansada…
-Pues
duerme.-dijo su amigo con tono irónico.-
-Sigo sin
entender porqué me necesitan estas personas… No los conozco de nada, y sin
embargo, es como si lo supiera todo de ellos.
¿Has conocido a Mateo? Me parece…
-¿Un bebé
grande?
¡No!-Vanessa se
rió y le sonrió.- No, un chico muy amable y… Bastante atractivo.-no se dio
cuenta de la sonrisa que puso cuando lo dijo, pero Fabio sí.-
-¿Y qué hay del
tal Óscar? Es un poco… raro…
-Frío.-le
interrumpió ella.- Parece que nada le importa, que nada le trastorna. No sé… La
verdad, me da algo de miedo ese tipo. Aunque parece inteligente…
-Y mujeriego.-le
tocó interrumpir esta vez a Fabio.- Conozco a ese tipo de chicos. Lo que viene
siendo un “Chico Malo”, y a las mujeres eso les gusta mucho. ¿Y sus ojos? Creo
que tal vez es lo que más atraería a una moza. Y ya que estamos hablando de los
integrantes de este extraño grupo… ¿Leandra, Carina y Boris?
-Leandra me
cae bien, también es muy dulce. Es así, pequeñita, que te dan ganas de abrazarla
y protegerla de todo. Carina… Carina es muy arisca… Creo que no le gusta mucho
la gente… Que prefiere estar sola. Y Boris… Es parecido a ella, solo que un
poco más amable.
-Entonces,
nuestros amigos, entre comillas-hizo el gesto de las comillas con los dedos.-
son: Mateo y Lea. ¿No?
-Sí, eso
parece. Oye, ¿a ti no te dolía la cabeza?
-¿Y tú no
estabas cansada?
Le sonrió y
acomodó la almohada bajo su cabeza y cerró los ojos. Mientras, él la estaba
mirando sonriendo, recorría con la mirada su rostro, observando cada detalle
suyo. Las largas pestañas negras, las cejas perfiladas, tenía un pequeño lunar
sobre el labio, a la izquierda; y los labios entreabiertos dejaban ver uno de los dientes delanteros sin
un pequeño trozo, a penas visible si no te fijabas mucho. Había sido debido a
su hermano mayor, Derek. En un verano en el que habían comprado una piscina de
goma y ella, con unos siete años, estaba buceando, cuando su hermano se le cayó
encima, golpeando aquella preciosa boca contra el suelo. Ella le había contado
el dolor que había tenido durante dos semanas enteras, y lo afilado que estaba
el diente roto en aquellos momentos, pero pasado el tiempo, se fue limando y ya
era como los demás, suave al tacto de la lengua.<<Algún día veré por mí
mismo cuán suave está>> pensó y se levantó, al darse cuenta de que ella
se había dormido. Se acercó al escritorio de Vane y cogió su cuaderno de rap.
Fue pasando las páginas hasta ver uno que no había leído. En él decía que, se
sentía extraña, que nunca había pensado en el fuego de la forma en que ahora lo
hacía. Pasó a la siguiente y, no era música. Era la descripción de un sueño…
…Entonces los ángeles cayeron. Eran cinco, con túnicas de
diferentes colores. Uno de ellos se acercó a mí e hizo como que trataba de
salvarme. Me dolía la espalda, y cuando miré, tenía alas del color de las
llamas, trataba de elevar el vuelo, pero las manos tiraban de mi hacia abajo,
cada vez más y…
Dejó de leer.
Aquellas palabras transmitían una desesperación tal, que era complicado pensar
que aquellas emociones se debieran a tan solo un sueño… La puerta se abrió de
golpe, dando lugar a la figura de Óscar, con el rostro serio, como de
costumbre.
-Estelio, ven
conmigo.-se fijó en Vanessa, y los ojos cambiaron de un gris metalizado a un
verde oliva. Volvió a mirar a Fabio, y los ojos volvieron a su color original.-
No la despiertes.
Con el
cuaderno aún en la mano, salió de la habitación despacio, pasando al lado de
Óscar con la cabeza bien alta, apretando el objeto contra su pecho, el único
indicio de su nerviosismo.
-Por aquí,
por favor.-indicó el chico moreno, señalando el pasillo que llevaba al salón.-
Te estamos esperando todos.
Cuando cruzó
aquel pasillo, de color vainilla, el corazón le latía muy rápido, y sentía un nudo en la garganta,
que trataba de desenredar tragando saliva, pero el maldito seguía enredado ahí,
dificultándole la respiración. Cuando entró en la sala, todos estaban sentados
en dos sillones de los tres, de un color crema algo roto, a cada lado de una
mesa de cristal, a excepción de uno, por lo que tenía tres de sus lados,
guardados por un sillón cada uno. Dos de ellos, eran grandes, mientras que el
otro, era de una persona. Fabio se sentó en el que no estaba ocupado, el más
pequeño, y esperó a que los desconocidos hablasen.
-Bueno, ahora
que estamos todos aquí,-comenzó Óscar.- hay que decirle al Estelio…-vio la cara
de Fabio y se corrigió a si mismo.- a Fabio, lo que está pasando y lo que debe
hacer. ¿Mateo? ¿Haces los honores?
-Claro. A
ver, Fabio. La misión que tenemos entre manos es muy peligrosa, por lo que no
podemos dejar que vengas, ya que, tú no posees ningún control sobre ningún
elemento, y sólo serías una…-eligió bien sus palabras.- distracción.
-Muy bien por
vosotros, pero yo he prometido a Vanessa que siempre estaría a su lado, y no
pienso romper mi juramento, porque no sólo la estaría engañando a ella, también
lo haría a mí mismo, y no pienso hacerlo.-al ver que nadie respondía, siguió
hablando.- Pero tengo una pregunta.-dejó el cuaderno sobre la mesa, dejando al
descubierto la escritura del sueño de su amiga.-¿Qué es eso?
-Está bien
claro, Estelio.-intervino Canina.- Se llama cuaderno, es donde la gente escribe
cosas para la posteridad, para recordarlas, o porque se aburren.
-No me
refiero a eso, querida.-dijo sarcásticamente.- Lee lo que hay escrito.
Boris, que
era el que más cerca estaba del cuaderno y se lo pasó a la chica, quien lo tomó
en sus manos y comenzó a leer.
A medida que
sus ojos bajaban, su ceño se fruncía y observaba con mayor detenimiento lo que
decían las palabras. Cuando terminó, miró directamente a Fabio y preguntó:
-¿Cuándo ha
escrito esto?
-No lo sé,
pero debe de ser hace poco, tal vez unas horas, porque ella no sabía hasta ayer
por la noche que sus padres habían muerto…
-Tampoco
conocía nuestra identidad, así que, puede haber sido hace más tiempo. Escuchad,
chicos-volvió a fijar la vista en el manuscrito y leyó la parte que les
convenía.- Ella dice: “Eran cinco, con túnicas de diferentes colores… Me dolía
la espalda, y cuando miré, tenía alas del color de las llamas”-los miró y
siguió leyendo, algo que Fabio no había leído.- “Los cinco ángeles vestían de
color marrón claro, celeste, negro, de
blanco y el último de azul pálido.
Levantó la vista
y vio cómo los rostros de sus compañeros habían cambiado, con expresiones
preocupadas y extrañadas. Miraron a Fabio, con la boca abierta.
-¿Qué?-exclamó
Fabio, a la defensiva.-
-Son nuestros
elementos.-explicó Mateo.-Los ha dicho todos, los seis. Los nuestros y el suyo.
-¿Todos?-El
chico rubio no lo entendía.- Eso es, ¿como que ha adivinado el futuro?
-Más
bien,-comenzó Óscar.- que nuestro subconsciente le ha puesto de sobre aviso de
que veníamos. Lo que viene siendo, que su parte elemental, ha sentido a los
demás y se lo ha dicho, a través de un sueño, como es visible.
-¿Y por qué
la agonía? Se siente su sufrimiento a través de las letras, ¿o soy el único que
lo siente?
-Acababa de
perder a sus padres, y unas manos estaban tratando de hundirla en el barro. Es
comprensible que estuviera asustada.-dijo Boris, quien tenía ahora en
cuaderno.- No creo que esto le haga ningún daño.-se encogió de hombros.- Es
más, creo que esto le ayudará a que afronte la realidad.
-Yo creo que
tiene razón…-dijo en apenas un susurro Lea.- No creo que le vaya a hacer mal
alguno este sueño.
-Entonces…-decía
algo dudoso Mateo.- ¿No le va a pasar nada? ¿Estáis seguros?-al ver que todos
asentían, expulsó el aire que parecía que había estado soportando por bastante
tiempo.- Eso es genial…
Fabio vio
cómo Mateo miraba al pasillo, aquel que daba al cuarto de Vanessa. La sonrisa
de Mateo era amplia, y los ojos le brillaban de una manera que el Estelio
conocía muy bien, de tantas veces que los ojos le habían brillado así a él.
-Si me
disculpan.-se levantó para volver con su amiga.-Me gustaría estar con Vane un
rato.
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